Subido por abeabefabe el 30/05/2011
Ciudades y fuertes de Chile y Peru fotografiadas durante la contienda del 79, junto con algunas pinturas.
Subido por abeabefabe el 30/05/2011
Ciudades y fuertes de Chile y Peru fotografiadas durante la contienda del 79, junto con algunas pinturas.
Subido por VaniaCasacaRoja2009 el 15/01/2010
Fotografias de las batallas por Lima
(Al anochecer del 13 de enero de 1881 en Chorrillos)
A las seis, casi ya oscuro, una compañía del batallón “Buín”, cansada de saquear almacenes, se desparramó por el malecón y por las calles adyacentes a la plaza de la (Iglesia) Matriz. Los ranchos cerrados todos, semejaban grandes mausoleos de un inmenso cementerio. Uno de esos ranchos adornado con estatuas de mármol, llamó la atención de un sargento y cuatro soldados, quienes escalaron la verja, pintada de verde y oro, y penetraron en el patio adornado con plantas raras, avanzando hasta la puerta de cristales de colores del salón, que echaron abajo a culatazos, penetrando como un alud en la elegante casa que parecía abandonada. En un instante desgarraron las ricas colgaduras de damasco y recogieron en mantas, que llevaban preparadas al efecto, todos los objetos de valores y de lujo que adornaban las rinconeras y salones. Uno de esos hombres disparó contra un magnífico espejo de luna de Venecia, espantado al ver reproducida en él su propia figura.
Después se lanzaron a los dormitorios. En uno de ellos, arrodillada ante un bello cuadro de la Virgen de Dolores, se hallaba una anciana de noble fisonomía, que al sentir los pasos de aquellos bandidos se levantó y volvió hacía ellos.
El sargento se detuvo un instante; pero luego, ebrio como se hallaba...
La anciana se sonrió con desprecio, y arrancando de su cintura un manojo de llaves, lo arrojó a las plantas de aquel hombre.
Uno de los soldados avanzó a recogerlas, pero antes cometió la indignidad de dar un terrible puñetazo en el pecho de la dama, que rodó como una masa inerme, arrojando sangre por la boca.
Al ruido de su caída abríose violentamente una puerta oculta por elegante colgadura de encajes, y apareció en el umbral una mujer de extraordinaria belleza, que representaba veintidós años a lo sumo, la cual al ver a la anciana en un lago de sangre, lanzó un grito de espanto y corrió a arrodillarse junto a ella.
La escena que se siguió es de aquellas que la pluma de un escritor honrado se resiste a trazar. Los soldados chilenos rodearon el interesante y poético grupo, y entre las palabras de un cinismo horroroso y risas bestiales, sujetaron a la joven, rasgaron sus ropas, y uno en pos de otro violaron ese cuerpo de diosa, sin hacer caso si de los gritos desgarradores de la desdichada, ni de sus súplicas, llenas de lágrimas, ni de sus inútiles amenazas.
Después corrieron por toda la casa, rompiendo los espejos y armarios, descerrajando muebles y destruyéndolo todo por el placer brutal que siente el que no poseyendo nada no quiere que otros tengan más.
La mujer ultrajada se incorporó penosamente, con la faz lívida, los ojos inyectados de sangre, el seno lleno de cardenales, la cabellera suelta y las manos agitadas por temblor nervioso que la sacudía, como sucede a las flores el viento huracanado de las cordilleras.
Parecía la imagen del terror y la desolación.
A través del vestido rasgado en cien partes, se veían palpitar las carnes de una blancura marfil.
En el instante de ponerse en pie, su mano tropezó con un Rémington olvidado por alguno de aquellos miserables... Entonces algo como una sonrisa crispó su boca llena de espuma. Empuñó el arma y entró resueltamente, con ella preparada, a la habitación contigua. En otra interior sus salvajes violadores, que habían encontrado muchas botellas de buen vino, bebían hasta rodar ebrios, sin darse más trabajo que el de romper el gollote de esas botellas.
Ella esperó con los ojos de loca fijos en el cuadro innoble, que todos cayeran ebrios, y cuando los vio tirados por los suelos y medios muertos por el efecto enervante del alcohol, entró y apoyando el cañón del rifle en la sien del sargento, le voló los sesos. Después mató a otro de aquellos infames. Al ruido de las dos detonaciones, los otros tres se incorporaron con la pesadez natural de la borrachera y quisieron defenderse, pero ella con fuerza sobrenatural para sus años y delicada complexión, les rompió la cabeza a culatazos. Los sesos de esos hombres mancharon el pavimento de Nola de la habitación, y los cadáveres quedaron allí tendidos. La joven volvió con lento paso al dormitorio, se inclinó sobre el cuerpo ya frío de la anciana, la besó en la frente y salió de la casa maldita echándose un manto sobre los desnudos hombros.
Al pasar por el patio tuvo que apoyar su mano ensangrentada en la pared para no caer, pues sentía que la vida se le iba, que la razón la abandonaba. Muchos años después podía aún verse la mano sangrienta ennegrecida por el polvo en las ruinas de aquel palacio espléndido, que muy pronto iba a ser pasto de las llamas.
La noche había llegado, y con ella todos los horrores del incendio, saqueo y destrucción de Chorrillos.
Los palacios de mármol y de maderas finas fueron volados con dinamita, las tiendas descerrajadas, las mujeres insultadas y violadas, los hombres asesinados sin misericordia, sin que se salvaran ni siquiera los extranjeros. Los niños eran reventados a puntapiés o estrellados contra las paredes, las estatuas despedazadas, los vidrios rotos a culatazos. Los vencedores recorrían la ciudad con antorchas improvisadas que les servían para alumbrarse el camino y aplicar fuego a los edificios. Gritos de muerte resonaban por todas partes, entre el crujir de los techos que se desplomaban, de los balcones que se desprendían y de las puertas que caían con estrépito. Baquedano había cumplido su palabra a sus rotos. Les había entregado Chorrillos, que es como si el Rey Guillermo y Moltke hubieran entregado Versalles a los alemanes, después de Sedán. Grupo de mujeres perseguidas por soldados enloquecidos por el alcohol, corrían por las calles casi desnudas y sin aliento.
Algunos italianos y franceses intentaron defenderse con los picos y lampas que vendían en sus tiendas, pero fueron muertos a balazos y repasados luego con los corvos.
Los reflejos del incendio se percibían desde Lima. Cáceres y Canevaro propusieron al dictador Piérola atacar a los vencedores en medio de la siniestra orgía, pero el permiso les fue negado. Indudablemente el plan concebido por los dos valientes militares hubiera tenido buen éxito, pues los chilenos entregados al saqueo, a la ebriedad y al pillaje, no habrían tenido aliento para organizarse y resistir... ¿Por qué no se hizo eso?... ¡Ah! ¡Cuan inmensa es ante la historia la responsabilidad de ciertos hombres!
...
Figura retórica o verdad histórica, el hecho es que los perfumes de amor, virtud, heroísmo y muerte, que se desprendieron del incendio de Chorrillos, llenan aun el ambiente desde el polo Ártico hasta Magallanes, recordando el valor peruano y la crueldad chilena, en esos días de fúnebre dolor, que se conmemoran en las fechas que dejamos apuntadas al comenzar este capítulo (13 de enero de 1881) y que obligan al escritor imparcial a teñir la pluma en la sangre de mil mártires, para escribir con esa tinta terrible, una página gloriosa y tristísimo de la historia del Perú!...
La mujer a quien en líneas anteriores presentamos a los lectores de este libro, salió de su rancho loca de dolor, desesperada, sollozando, corriendo, y se dirigió a la ventura por entre los escombros que el incendio iba hacinando, por entre los habitantes que huían despavoridos, por entre el humo, las llamas y los soldados chilenos esparcidos por la ciudad.
Llegó al malecón y sus ojos preñados de lágrimas se perdieron en la negra inmensidad del mar, iluminado a trechos por el incendio, y que parecía gemir por la destrucción de su villa favorita.
Bajó rápidamente el empinado camino que conduce a los baños, y entrando resuelta al pequeño muelle que queda a la izquierda, se arrojó de cabeza en el abismo. Las olas la envolvieron amorosamente en sábana de espuma y le sirvieron de lecho funerario. La luna besó con su rayo fugitivo y tembloroso sus labios profanados, y dejó gotas de luz que semejaban perlas en sus rubios cabellos.
Dos días después unos pobres pescadores encontraron su cuerpo y le dieron piadosa sepultura en las orillas del mar...
(*) De Nuestros Héroes de la Guerra del Pacífico. Episodios Nacionales. Esta historia data de finales de siglo XIX o principios del siglo XX, su veracidad es muy probable. No se ha investigado al respecto. Pero desde aquellos tiempos se hablaba de violaciones.
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"...Un grito desde lejos, como el cupo fragor que anuncia el terremoto, envuelve el pueblo, fragor y sibilantes, pues, fuego.
Lenguas de fuego y espirales de humo negro nacían por todas partes en el pueblo. La destrucción y la muerte bailaban. Un grupo de niños aterrorizados y atontados por el terror se volcaron gritando hacia el portón de la “Garibaldi”. ¡Bomberos! ¡Bomberos! nuestra casa arde. Todo arde y a todos matan, una vez entraron se dejaron caer al suelo como heridos. Bien, respondió el capitán Rossi, ¡Ya vamos! El sonido garibaldino llamó a todos. Una solo orden: salgamos todos con las mangueras; desde el mirador del cuartel donde, flojo y sin viento pendía la banderita de la compañía, se podía muy bien observar los rojos humos, que cada minuto, aumentaban entre tierra y cielo. En las plazas, por las calles, tétrica soledad; solo los plombos individuos corrían escalofriantes de una punta a la otra. Luca Chiappe, caporal de escaleras, jovencito casi un púber, habiendo visto arder la pulpería de su padre, en la esquina de la calle, quería de todas formas llevar allí los bomberos y apagar el fuego. Un grito del comandante lo paró en el impulso: ¡tú harás lo que yo diga! ¡Aquí todo se quema, y no solo la de tu padre!, el chico calló. Pero, recién salido abandonó la rueda que traía con los brazos y corrió con el aire a contener el fuego que devoraba la esquina. Atrás del vórtice de humo había podio ver la cara enloquecida de Zoraida, encerrada en casa y condenada ardía viva en el fuego.
... al doblar la calle del tren cerca de la maravillosa tienda que antes fue del cogorniense Queirolo, los bomberos empezaron a inundar el enorme incendio que ya se había propagado a toda la manzana. El crepitar del agua humosa sobre las ruinas, fue en seguida recubierto por gritos y disparos. Un gran número de lanceros aun con picos en la mano corrieron....
Zoralda, la estupenda hija de Ognio, de que estaba enamorado desde cuando ella vino de Italia. A Ognio se le habían adelantado. Estaba en el suelo a la entrada de la casa con el cráneo partido.
....A Chiappe le cayeron por en cima dos sargentos del “Buín” que le tiraron todas las balas de los fusiles: recogieron lo que quedaba de los muertos, se lo llevaron en frente al coronel Fuenzalida, jurando que habían sido asaltados por diablos vestidos de colorado. Un oficial sucio de vomito y de tierra del saqueo, vio a los bomberos con el gorro rojo, empezó a gritar y hacer ruido con la pistola: Los garibaldinos de Garibaldi nos atacan, y se escondió entre los suyos. Aun eran los tiempos en que el solo nombre de garibaldinos daba miedo.
Para mala suerte de ellos mismos salió la condena: ¡No somos garibaldinos, somos bomberos! ¡No atacamos a nadie!, se desnudaron los cuchillos delante de ellos para quitarles la vida. ¿Qué quieren los bomberitos?. Cazadores, militares de artillería, marineros chilenos del equipo, se juntaron.
Aparentemente, no se corría ningún riesgo. La manguera fue volcada.
La manguera se rompió con la caída y la ola de vapor ampolló a los más cercanos. Cipollini, Leopardi, Nerini, asfixiados, llevaron las manos a los ojos. No vieron los corvos que se alzaron debajo de sus gargantas.
Se les tiraron encima como serpientes inutilizando las mangueras cortándolas en piezas, fueron rotas con rabia. Los bomberos que estaban sentados y los que estaban atrapados entre las mangueras rotas y el fuego, fueron rodeados apuntándoles con las bayonetas y puestos presos. Los más alejados, tiraron el uniforme y consiguieron de escapar; la confusión era tal que nadie pudo verles. Un inmenso clamor cubrió los otros inmensos clamores: ¡Los garibaldinos prisioneros! ¡Garibaldi prisionero!
Estas palabras, las repitió tambien Pallora Renard. Un gran número de oficiales a caballo, que venían desde las defensas de Monterrico, sin saber ni preguntar nada, se pusieron a pegar a los inermes, y después, los ataron a las colas de los caballos y los tiraron por el suelo al galope en frente de Lynch, gritando ¡Francos tiradores Italianos!
De esta infamante acusación, dictada por todas la las iniquidades de la guerra y de la cobardía humana juntas, nunca se ha podido entender mucho. La legación italiana de Lima, el comandante de la Piro Corvetta Colombo, Jefe de la escuadra italiana anclada en el Callao, se enteraron tres días mas tarde. Ocho las victimas, fueron: Angelo Descalzi, Guiseppe Orengo. Egidio Valentino, Astrana Lorenzo, Paolo Marsano, Paolo Risso, Giovanni Pali, Filippo Bargna, acusados de alta traición, de haber usado las armas contra los militares chilenos; fueron fusilados la mañana del 14 de enero del 1881, atrás las puertas del Panteón del viejo Chorrillos.
Lima, 20 de enero de 1881
“Me encaminé al morro i en el frente que se eleva sobre el mar encontré parte del batallón Caupulicón i regimiento Santiago, dándome cuenta, el comandante de este último, de los ataques que se relacionan en su parte adjunto, y me presentó 632 prisioneros; de ellos, 29 jefes y oficiales, 13 italianos y 590 soldados peruanos, i a mas un estandarte bordado sin nombre de cuerpo”.
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Cesaron los fuegos por el valle, se sentían varios tiros, pero eran los nuestros que más adelante matando cuantos pillaban. Los que se merecieron escapar se arrrancaron y botaban los rifles. Se sosegó el combate y los reunimos todos los que habíamos por ai auna ecequia de agua que corría, pero la agua iba colorada de sangre de los cuerpos muertos que habían adentro. Esto viene a ser como a las diez y media del día (59) cuando se cortó el combate, pero ai no más para Chorrillos sigueron pegando los demás compañeros porque en Chorrillos se estaban reuniendo todos los que se estaban arrancando (60). Estuvimos como dos horas y salimos de ai para Chorrillos como entre las doce y las once del día (61) y muchos regimientos más y de los otros regimientos iban pisando torpedos y rebentaban, caían y tres, cuatro soldados y a nosotros tuvimos la suerte del que no los tocó ninguno hasta que empezaron a conocer adonde estaban los torpedos y les ponían señas para que no pasasen otros regimientos a fatalizarse o les dejaban centinelas al polvorazo. Quedaron esas trincheras de cholos muertos sin ponderar nada quedaron hecho pila todos con las cabezas destapadas adonde asomaban las cabezas no más en las trincheras y chilenos pocos, uno que otro, y así sucesivamente. Seguimos la marcha para Chorrillos, por todo el camino cholos muertos, por las ecequias, por los montes, por todo el valle, chilenos bastantes tambien, pero los heridos eran más, unas casas grandes, enclausuradas, se llenaron ai en San Juan de heridos y de cautivos (62).
Como a la una hubo otro ataque bien grande en Chorrillos. Ai murieron bastantes chilenos. Era la causa del que de adentro de las casas nos tiraban a traición (63) y así que dentrábamos para dentro de las casas y se acababa con cuantos se hallaban. Y de Lima llegaron como cinco mil en las máquinas y los hicieron guerra. Esos cuase los acabamos todos y los que no se mataron se Cautivaron. Se cautivaron coroneles, capitanes, mayores y oficiales peruanos, en fin todos en general, y los que no se podían hallar en las casas se les prendieron fuego a todas las casas, es decir a todo el pueblo. Ya se sosegó el combate y el puerto prendiéndose y los den tramos aun cuartel de alto bien bonito que había. Aese no se le prendió fuego porque sirvió de hospital; se llenó esa tarde de heridos y de cautivos y el regimiento Esmeralda y el regimiento Chillan estábamos ai juntos y muchos soldados y oficiales de otros cuerpos entreverados con nosotros. Ai alojamos esa noche, el puerto toda la noche ardiendo y los soldados para (a)lia y para acá, muchos de uno y otro cuerpo andaban todos revueltos haciendo y buscando que comer, porque todo el día no habían comido cosa alguna (64). Harto se encontraba que comer, hasta comidas hechas, pero no se hacía fuicio, no había tiempo esa noche. En Chorrillos se mataron muchos chilenos unos con otros solos que andaban haciendo lo (que) querían (65) y al otro día salieron comisiones a buscar a todos los soldados que andaban solos, sin orden, y se encontró mucho más muertos que los que habían quedado ese otro día antes y era que se habían muerto unos con otro en la noche.
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The Occupation of Lima by the Chilean Army was an event that happened during theWar of the Pacific in 1881.
Lima was defended by the remnants of the Peruvian army and crowds of civilians in the lines of San Juan and Miraflores. As the invading army advanced, the towns of Chorrillos and Barranco were occupied on January 13 of the same year while the town of Miraflores was captured on the 16 of January, after the Battle of Miraflores[1]; finally the city of Lima was occupied the 17 of January.
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In January 1881, Chile controlled the sea along the coasts of Peru, as well as the provinces ofTacna, Arica andTarapacá. The Chilean troops disembarked in the Peruvian towns of Pisco and Chilca, located to the south of Lima. General Manuel Baquedano was in control of the army of Chile during the Lima campaign.
Lima was going to be defended at first by the remaining Peruvian army and by a vast number of civilians in the line of San Juan - Chorrillos; the American engineer Paul Boyton narrates that " the troops were of natives who had been recruited in the mountain ranges and forced to fight, hundreds of them never had seen before a city ". On the other hand, the strategic line of Miraflores was defended by more troops than civilians.
Nonetheless, and with little effective Peruvian central government remaining, Chile pursued an ambitious campaign throughout Peru, especially along the coast and in the central Sierra, penetrating as far north as Cajamarca, seeking to eliminate any source of resistance.
As the war progressed in Chile's advantage, the Chilean Army liberated thousands of Chinese coolies who had been enslaved; for more info see Huanillos "Chinese slaves were very common in that time because in 1850 the Peruvian government made a trade agreement with China; the Peruvian government would give 50 soles per Chinese who worked in the different industries of the time. However the Chinese people, especially men, were treated so badly that a large number of them committed suicide and the few who survived were rescued by Patricio Lynch, a Chilean military officer who fought in The Pacific War."
Liberated Chinese served as helpers with the Chilean army and even formed a regiment under the command of Patricio Lynch, whom the Chinese named 'the red prince'.
Many Chinese saw the Chilean liberation as an opportunity to avenge years of abuse from the plantation owners; in Pacasmayo 600 to 800 Chinese forced labourers looted the sugar estates and this scene was repeated in the Chicama, Lambayeque and Cañete Valleys. The Chinese also fought alongside the Chileans in the battles of San Juan-Chorrillos and Miraflores, and there was also rioting and looting by non-Chinese workers in the coastal cities. As Heraclio Bonilla has observed; oligarchs soon came to fear the popular clashes more than the Chileans, and this was an important reason why they sued for peace. [Source: "From chattel slaves to wage slaves: dynamics of labour bargaining in the Americas", by Mary Turner.]
Prior to the enslavement of Chinese, the Peruvian government carried out the genocide-like Peruvian slave raids in Easter Island
Prior to the occupation of Lima there were fires and sackings by demoralized Peruvian soldiers in the towns of Chorrillos and Barranco; as quoted by Charles de Varigny "rendía incondicionalmente. La soldadesca (peruana) desmoralizada y no desarmada saqueaba la ciudad en la noche del 16, el incendio la alumbraba siniestramente y el espanto reinaba en toda ella."
During the occupation of Lima, Chilean military authorities pillaged Peruvian public buildings, turned the old University of San Marcos and the recently inaugurated Palacio de la Exposición into a barracks, raided medical schools and other institutions of education, and carried away a series of monuments and artwork that had adorned the city.[2] However, In the view of Chilean historian Sergio Villalobossome of the looting was also carried out by Peruvians who saw under the chaos of the occupation an opportunity to acquire and sell valuable objects. On the other hand, the Peruvian historiography has no such accounts and reaffirms that the looting was done solely by Chilean forces. The Chilean army plundered the contents of the Peruvian National Library in Lima and transported thousands of books (including many centuries-old original Spanish, Peruvian and Colonial volumes) to Santiago de Chile, along with much capital stock. When Ricardo Palma was appointed Director of the National Library after the occupation he found that only 378 of its 56,000 books were left.[3] In November 2007, the Chilean government returned 3,778 books to the National Library of Peru.[4]
The Peruvian resistance continued for three more years, with apparent U.S. encouragement.[5] The leader of the resistance was General Andrés Cáceres (nicknamed the Warlock of the Andes), who would later be elected president of Peru. Under his leadership, the Peruvian militia forces heightened with Indian montoneras inflicted several painful blows upon the Chilean army in small battles such as Marcavalle, Concepción and San Pablo, forcing Colonel Estanislao del Canto's division to return to Lima on 1882. However, Caceres was conclusively defeated by Colonel Alejandro Gorostiaga atHuamachuco on July 10, 1883. After this battle, there was little further resistance. Finally, on 20 October 1883, Peru and Chile signed the Treaty of Ancón, by which Peru's Tarapacá province was ceded to the victor; on its part, Bolivia was forced to cede Antofagasta.
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