La Lima de los Borbones
Hacia 1794, José Ignacio de Lecuanda, funcionario español, describía a Lima como una ciudad ociosa y consumista si manufactura y sin futuro. Por entonces Lima tenía 56 627 habitantes: 17 215 españoles, 3919 indios, 8 960 negros y el resto estaba constituido por las castas. Lecuanda pedía que los obrajes de Lambayeque, Huaylas, Cuenca y Loja pasen a Lima. Esta ciudad no era un centro de producción, sino más bien de percepción fiscal y vivía de espaldas a los Andes y a las realidades del interior. Lecuanda resume su impresión general del Virreinato diciendo: “La pasión dominante en el Perú, y particularmente en la capital, es el lujo en el vestido”
La sociedad indígena
Después de la gran peste de 1720 la población indígena comienza a recuperarse y a fines del siglo se orienta claramente hacia su crecimiento. Dentro de este grupo, se había producido un proceso de diferenciación social. Los linajes de curacas como los de Chuquiwanca de Azángaro o los Condorcanqui de Tinta, se habían enriquecido. La explotación de la tierra, el comercio y el arrieraje les había permitido acceder a la cultura hispana y a una mejor comprensión y conocimiento de la realidad andina colonial. Estos curacas, se mostraron respetuosos de las tradiciones indígenas. Dentro de este ambiente se produce el florecimiento de una escuela de pintura cuzqueña, el teatro quechua adquiere un vigor inusitado y la lectura de los Comentarios Reales de Gracilazo, contribuyen a despertar el orgullo étnico y la conciencia de un pasado por rescatar y reestablecer.
Crisis y rebeliones indígenas
Es en estas circunstancias de surgimiento de un “nacionalismo indio”, de pauperización de las masas campesinas y de crisis económica, que la corona española permite que los corregidores sigan con el injusto reparto de mercaderías, y que el tributo, la mita y los diezmos pesen gravosamente sobre el campesinado indígena. La respuesta a la explotación se inicia con la rebelión de Juan Santos Atahualpa (1742-45) y continúa intermitentemente con revueltas, motines, incendios de haciendas o muerte de corregidores. Oscuros personajes, o conocidos curacas, se proclaman descendientes de los últimos incas y se lanza a la revuelta. Los indígenas parecen vivir un clima de exasperación, de espera y de latente rebeldía. De espaldas a esta realidad, Carlos III, decreta un reajuste de las cargas fiscales. Esto contribuyó el detonante de la rebelión de Túpac Amaru II y de los hermanos Catari (1780-1781). La participación de los indios” forasteros” parece haber jugado un papel significativo, en esta sublevación que conmovió a la región comprendida entre el Cusco y Oruro.
Fuente;wiki.sumaqperu.com
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